Tony Gilroy vuelve a meterse en el mundo de las multinacionales como ya hiciera antes con Michael Clayton, pero esta vez su crítica coge forma de mordaz comedia muy entretenida.
La clave de Duplicity es el ingenioso guión tan bien llevado a cabo que nos dirige por donde quiere, con tanto engaño y “caminos falsos” que es posible llegar a tener la misma sensación que los protagonistas de la cinta. Con tanto espía y secretos de por medio ya no saben de quien fiarse.
Lo grande del cine y de filmes como este, es el lograr colársela a los espectadores. Tras una fachada de puro entretenimiento con amoríos y acción de por medio, el salir de la sala con una sonrisa en la boca pero a la vez reflexionando sobre lo que nos rodea, no tiene precio. Aquí es donde radica uno de los mayores alicientes de Duplicity. Por un lado tenemos la historia de amor de Owen y Roberts, una relación llena de complicaciones por la forma de vida que llevan ambos. Por el otro, en cambio, nos encontramos con una mirada irónica de nuestra sociedad que nos hace dejar de ser impasibles ante la misma.
Dejando de lado la faceta más profunda por así decirlo del film, Gilroy nos ofrece una cinta muy divertida con momentos realmente inolvidables y que arrancan más de una carcajada gracias a una dirección y montaje muy cuidados.
Duplicity nos va llevando por dos momentos diferentes que se conjugan perfectamente y llevan a un mismo puerto: la lucha actual entre las dos multinacionales y las circunstancias que llevaron a los espías protagonistas a pasarse al sector privado.
Por su parte, el director no podría haber contado con un reparto mejor. El cual, las cosas como son, es el que mueve al público a ver el film, porque (teniendo en cuenta que Tony Gilroy es un buen cineasta pero semidesconocido), con unos actores sin tanto renombre no estaríamos leyendo esta crítica.
La pareja protagonista engancha. Clive Owen y Julia Roberts, a pesar de lo que pueda parecer en un principio (él un tipo duro y ella una delicada señorita), tienen una química magnífica que lo hace todo parecer mucho más natural. Como cualquier otra pareja tienen sus momentos más románticos y cariñosos y por otros sus disputas, con el hándicap de que el desconfiar de todo y todos forma parte de su trabajo.
Junto a ellos, dos titanes: Tom Wilkinson (quien repite con Gilroy tras Michael Clayton) y Paul Giamatti interpretando a los dos magnates rivales.
Si a todo esto le sumamos el estilo glamouroso que destila el cine clásico, tenemos una película redonda. Altamente recomendable.