25.3.09

Duplicity (2009)

Clive Owen y Julia Roberts vuelven a compartir pantalla en esta comedia romántica ambientada en el mundo del espionaje empresarial, cinco años después del film que terminó por catapultar a Owen al estrellato hollywoodiense: Closer, de Mike Nichols.
Tony Gilroy vuelve a meterse en el mundo de las multinacionales como ya hiciera antes con Michael Clayton, pero esta vez su crítica coge forma de mordaz comedia muy entretenida.

La clave de Duplicity es el ingenioso guión tan bien llevado a cabo que nos dirige por donde quiere, con tanto engaño y “caminos falsos” que es posible llegar a tener la misma sensación que los protagonistas de la cinta. Con tanto espía y secretos de por medio ya no saben de quien fiarse.

Lo grande del cine y de filmes como este, es el lograr colársela a los espectadores. Tras una fachada de puro entretenimiento con amoríos y acción de por medio, el salir de la sala con una sonrisa en la boca pero a la vez reflexionando sobre lo que nos rodea, no tiene precio. Aquí es donde radica uno de los mayores alicientes de Duplicity. Por un lado tenemos la historia de amor de Owen y Roberts, una relación llena de complicaciones por la forma de vida que llevan ambos. Por el otro, en cambio, nos encontramos con una mirada irónica de nuestra sociedad que nos hace dejar de ser impasibles ante la misma.

Dejando de lado la faceta más profunda por así decirlo del film, Gilroy nos ofrece una cinta muy divertida con momentos realmente inolvidables y que arrancan más de una carcajada gracias a una dirección y montaje muy cuidados.

Duplicity nos va llevando por dos momentos diferentes que se conjugan perfectamente y llevan a un mismo puerto: la lucha actual entre las dos multinacionales y las circunstancias que llevaron a los espías protagonistas a pasarse al sector privado.

Por su parte, el director no podría haber contado con un reparto mejor. El cual, las cosas como son, es el que mueve al público a ver el film, porque (teniendo en cuenta que Tony Gilroy es un buen cineasta pero semidesconocido), con unos actores sin tanto renombre no estaríamos leyendo esta crítica.

La pareja protagonista engancha. Clive Owen y Julia Roberts, a pesar de lo que pueda parecer en un principio (él un tipo duro y ella una delicada señorita), tienen una química magnífica que lo hace todo parecer mucho más natural. Como cualquier otra pareja tienen sus momentos más románticos y cariñosos y por otros sus disputas, con el hándicap de que el desconfiar de todo y todos forma parte de su trabajo.

Junto a ellos, dos titanes: Tom Wilkinson (quien repite con Gilroy tras Michael Clayton) y Paul Giamatti interpretando a los dos magnates rivales.
Si a todo esto le sumamos el estilo glamouroso que destila el cine clásico, tenemos una película redonda. Altamente recomendable.

23.3.09

Blindness (2009)

Si algo no se le puede negar al realizador brasileño Fernando Meirelles desde su incursión en el mundo del cine allá por el año 2002 es que se trata de un director arriesgado y comprometido. Si en su primera película, la sorprendente y portentosa Ciudad de Dios, trataba un tema tan polémico y controvertido como el universo de las favelas brasileñas, en su segundo film, la muy recomendable El jardinero fiel, no le temblaba el pulso a la hora de llevar a la pantalla grande la obra literaria del mismo nombre, perteneciente a uno de los escritores más prolíficos de la literatura actual, el británico John le Carré y en la cual abordaba de nuevo un tema de corte social como es la pobreza y la miseria del pueblo africano.

En ésta su tercera película, Blindness (A ciegas), Meirelles recurre de nuevo al mundo de las letras para llevar a la pantalla una de las grandes obras de literatura contemporánea, Ensayo sobre la ceguera, escrita por el portugués José Saramago con el que tuvo que mediar no una, ni dos, sino varias veces para que éste le cediera los derechos de la misma con el propósito de llevar a cabo su adaptación. En ella se nos narra la peculiar historia de una civilización sin ubicación espacio-temporal que se ve afectada por un extraño virus que provoca que los individuos pierdan la visión.

La tarea de trasladar esta novela al medio cinematográfico se presenta ya desde sus inicios harto complicada, ya que cuanto menos resulta extraño mostrar mediante imágenes aquello que experimenta y siente un ciego. Sin embargo, Merielles solventa de manera muy eficiente la papeleta recurriendo al propio nombre de la enfermedad, la ceguera blanca, y haciendo uso de una fotografía muy saturada con tonos blanquecinos y continuos fundidos a blanco consigue reflejar la pérdida de visión de los personajes.

Mas allá de este acierto, donde el director pone de manifiestos su gran interés por plasmar fielmente aquello que Saramago relataba brillantemente mediante palabras, la película tal vez cojea en su parte menos compleja, la narración, la cual en ciertos momentos resulta farragosa y pesada llevando a la desconexión del espectador.

Ya desde el comienzo del film, Meirelles deja patente que le importa más la forma que el contenido, y pese a que su premisa resulta cuanto menos interesante (un conductor pierde extrañamente su visión y contagia este mal al resto de la población), a la película le cuesta arrancar. Sin embargo, una vez que el realizador sienta las bases de lo que podemos considerar un particular ejercicio de estilo, el film va ganando fuerza justo en el momento en que se convierte en otra película más de virus y pandemias, con todos los riesgos que esto conlleva. Pese a recurrir a los tópicos del género (violencia extrema, calles vacías de vida, etc.), el director brasileño no sale mal parado de su apuesta brindándonos algunas escenas de gran cine: las mujeres en cuarentena deben satisfacer los deseos sexuales del mexicano Gael García Bernal; Julianne Moore es atacada en el supermercado por una muchedumbre hambrienta.

A ciegas, a medio camino entre la apocalíptica 28 días después (Danny Boyle, 2002) y la poca valorada, pero muy interesante Hijos de los hombres (Alfonso Cuarón, 2006), utiliza la ceguera como excusa perfecta para mostrar los males que aqueja la sociedad actual (incomunicación, individualismo, machismos, violencia, etc.) y donde la única mujer no ciega, una espectacular y solvente Julianne Moore, líder y portavoz del grupo de enfermos, observa perpleja como la falta de visión lleva a que se desate en la humanidad los más bajos instintos, tomando conciencia de ello y dejando una puerta abierta a la esperanza: si nos damos cuenta de nuestro males podremos mejorar.

Tal vez Blindness no tenga la frescura y la fuerza de su homólogo literario, pero lo que sí se puede asegurar es que no dejará indiferente a nadie, poniendo de nuevo en liza a un director al que seguir la pista y cuya principal carta de presentación es el riesgo asumido en cada uno de sus proyectos.


17.3.09

Underworld: Rise of the Lycans (2009)

La franquicia Underworld vuelve con una nueva entrega cargada acción y efectos visuales, pero sin mucho más donde rascar. A falta de ideas, nada mejor que una secuela ¿no? Sin embargo, los responsables del film han querido ir de listos haciendo una precuela para cerrar la trilogía que resulta que tenían ideada desde un principio.

Excusas y explicaciones a un lado, La rebelión de los licántropos parte con la idea de dar explicación a los puntos negros aparecidos en las dos películas anteriores y dar respuesta al porque del conflicto entre vampiros y hombres lobo. Para lo cual los productores han puesto al mando de la dirección al debutante Patrick Ta
topoulos.



La historia, que podría haber dado más de sí, se diluye entre secuencias de acción y otras tantas igualmente vacías de contenido. Eso sí, como buena película de acción, en Underworld no se escatima en batallas épicas ni en efectos visuales (los cuales, por momentos, cantan más de la cuenta) que mantienen en pie el film.

El eje que mueve la película es la relación amorosa que surge entre Lucian (líder de los licántropos) y Sonja (hija de Viktor, líder de los vampiros) al más puro estilo de Romeo y Julieta. Un amor imposible que desencadena los acontecimientos que marcarán la enemistad entre las dos razas.

Sin el reclamo de Kate Beckinsale, ha sido un acierto volver a contar con Bill Nighy como Viktor y con el catapultado a la fama Michael Sheen (Frost contra Nixon) en el papel de Lucian, que son verdaderamente lo mejor de la cinta. Rhona Mitra, por el contrario, está solamente por su cara bonita.


A pesar de contar con un guión bastante flojo del que poco se puede sacar y de una dirección que no pasa de lo correcto, La rebelión de los licántropos es efectista y satisfará al público menos exigente. Algo a lo que ayuda su duración (no pasa de los 92 minutos), junto a un buen ritmo que logran no aburrir al personal y obtener un producto palomitero que cumple con sus predecesoras en la saga.

8.3.09

Las metacríticas: VIERNES 13 (2009)

El año 2009 se abierto con un sinfín de nuevas propuestas, un ejemplo de ellas son Slumdog Millonaire, El curioso caso de Benjamín Button o El Desafio Frost/Nixon, donde se han aplaudido los triunfales regresos a la pantalla de sus directores, Boyle, Fincher y Howard, respectivamente. Sin embargo, nadie hasta el momento se ha atrevido a reinvindicar el triunfal regreso de una personalidad mucho más relevante que la de ellos, a tenor con su larga trayectoria en el olimpo del cine. Estamos hablando de Jason Voorhees, uno de los asesinos más longevos de la historia del cine y testigo de un sinfín de peripecias y aventuras en las proximidades del archiconocido lago Cristal Lake.

Viernes 13 (2009) es una sorprendente revisión del clásico de terror de los ochenta, trasladado a nuestra época, dejando atrás las luces de neón de los campamentos de antaño y esos cadillacs de sulfato de amonio que adornaban los bosques de la periferia norteamericana. Con un guión duro y sincero, digno de las mejores zonas geográficas de barlovento y sotavento de todo el mundo, con una fotografía imperialista hasta lo más mínimos detalles (nunca antes habíamos visto de una forma tan realista un paisaje de abetos y narcisos) y con un montaje dinámico y encrispado capaz de dejar sin sueño al mismísimo Oliver Stone, Viernes 13 es un Tour de force hasta el mismísimo fondo de nuestras almas.

Jason usa mejores armas que el sobrevalorado Joker de Christopher Nolan



Cabe destacar que en esta historia no quedan fuera del tintero temas de actualidad, como la maternidad, el amor entre hermanos o la responsabilidad con los desvalidos (por primera vez en su historia, Jason se hace cargo de la tutela de una joven en su guarida al tiempo que comete sus fechorías “campamentales”). Estamos ante una nueva forma de concebir los “Viernes 13”, alejados de todo esperpentismo o mal gusto.

Por primera vez se asume que ser un psicótico y un deforme no exime a nadie de responsabilidades. Y es aquí dónde entramos en la naturaleza ambigua de esta nueva versión, donde el desaliento y el desazón no tienen por qué venir de un hacha o de un machete sino de la mirada cándida de una joven en busca de guerra.

El juego de espejos del que hace gala la propuesta es cuanto menos asombroso, ofrecido por el buenhacer de Marcus Nispel, autor de otro remake bastante remarcable (perdonen el juego de palabras) La matanza de Texas. Un remake que recogía la esencia de la familia de Leatherface y del propio Leatherface para ascenderlos y convertirlos en metáforas de nuestros miedos humanos. Con Viernes 13 ocurre tanto de lo mismo pero traducido a otro tipo de código metafórico y metalinguístico. Si en La Matanza de texas, Leatherface era el objeto de nuestros miedos, en el film que nos ocupa, Jason representa la figura del protectora de esos mismos miedos. Como ya nos brindó Mel Gibson con su particular versión de Cristo, Marcus Nispel recrea, a su vez, la figura distorsionada de un protector de su rebaño. Un tipo que dispuesto a sacrificar su vida por proteger lo más preciado. En el caso de Jason, su rebaño sería su malograda madre y la zona donde yace su cadáver, Cristal Lake.

Imagen del film inspirada en el famoso cuadro de Lau Viñapiñedos "La doña rota" (Le donna reun, 1723).


Cristal Lake es la excusa que utiliza Marcus Nispel para convertir a Jason (recordemos que Jason es un nombre bíblico, lo que nada es casualidad) en un héroe maldito, incomprendido, y por qué no, mongolo. Muy atrás quedan los esfuerzos de Christopher Nolan por sorprendernos con un villano original e ingenioso. Y en caso de dudas háganse la siguiente pregunta: ¿cuántas películas de viernes 13 se han hecho, y cuántas del Joker?


Si Jason lo hace es por que Jason lo vale.

6.3.09

The Broken (2009)

Del otro lado de los Pirineos en coproducción con Gran Bretaña nos llega un thriller de terror dirigido por Sean Ellis (Cashback). El filme nos sitúa en Londres, en la piel de Gina McVey (Lena Headey), quien, una mañana camino a casa, cree ver a una mujer que es idéntica a ella; mujer a la que sigue hasta su apartamento en donde encuentra una foto de ella con su padre. A partir de ese momento, la paranoia se apodera de ella y comenzará a dudar incluso de sus seres más cercanos.

La historia que se nos plantea en The Broken no deja de ser otra vuelta de tuerca a situaciones ya vistas (como demasiadas referencias a películas como La invasión de los ladrones de Cuerpos); aunque guarda un cierto punto de interés por ver con qué se nos querrá sorprender. Una idea que debemos desechar al poco de comenzar a visionar el film, pues el desarrollo de la trama resulta ser de lo más previsible y falto de tensión.

Al igual que ocurre a nivel narrativo, de las actuaciones no hay nada destacable. Ni el gancho de Lena Headey ni el apoyarse en secundarios como Richard Jenkins mejoran el resultado, ya que las interpretaciones no pasan del aprobado raspado. Algo a lo que hay que unir que los personajes ya de por sí no pasarán a la historia por su complejidad. Para rematar la faena, hay una extraña obsesión por parte del director de redundar una y otra vez en una determinada secuencia y a mostrar planos generales de Londres a vista de pájaro que descolocan al espectador. Da la impresión de que están ahí para rellenar metraje, pues no aportan nada.

Algo reseñable habría de tener The Broken, y eso lo encontramos en su ambientación y fotografía (la cual fue premiada en Sitges), muy lograda, pero que por sí sola poco puede hacer.

En definitiva, Sean Ellis no propone un título que no se prodiga en originalidad y que presumiblemente no satisfará a la gran parte del público.