A pesar de haber llevado una carrera con algún que otro altibajo en cuanto a críticas y aceptación del público, Nichols siempre se ha rodeado de grandes nombres para protagonizar sus filmes: Al Pacino, Meryl Streep, Clive Owen, Annette Bening, Orson Welles… y claro, en esta lista no podría faltar Jack Nicholson, quien construye un particular hombre lobo en la cinta que hoy nos ocupa.
Lobo nos plantea un punto de vista más dramático de la leyenda. La mordedura del lobo y los efectos físicos y psíquicos que sufre Jack Nicholson a causa de esta, son la excusa usada por Nichols para acercarnos una historia acerca del poder y la competitividad de los negocios por un lado, y del amor trágico por otro.
La transformación es más mental que física (las veces en que vemos a Nicholson caracterizado de hombre lobo se pueden contar con los dedos de una mano). La apreciamos en su cambio de conducta y forma de ser. El film nos sugiere más que mostrarnos explícitamente. De ahí que cuando sale la luna llena apenas le salgan más pelos y colmillos, así como el cambio de color del iris de los ojos.
Un punto interesante del film es que nos propone que la metamorfosis no se ha de deber necesariamente por una dentellada, la misma pasión del lobo basta para lograr el mismo efecto.
Esta transformación encaja con el tono minimalista que se respira en el film. Lobo no se caracteriza por grandes escenas de acción ni sangre a borbotones, sino que nos traslada a una atmósfera sombría y un tanto melancólica. En este sentido, la música de Ennio Morricone ocupa un lugar importante para meternos de lleno en la trama.
A Jack Nicholson le acompañan en su maldición, la estupenda Michelle Pfeiffer (con quien ya coincidió en Las Brujas de Eastwick) y James Spader como su rival y protegido. Es simbólico el complejo de Edipo que desarrolla Spader en el film y los cambios que experimenta tras ser maldito por el propio Nicholson en un ataque de ira y celos. Mientras que éste gana confianza en sí mismo y parece recuperar las energías y espíritu de su juventud; James Spader se obsesiona más con el poder, es más visceral y violento: de idolatrar a su mentor pasa a una posición de querer acabar con él a toda costa.
Por su parte, el papel de Pfeiffer es el que intenta poner un poco de orden y que Nicholson no termine de perder la cabeza para poder luchar contra su “problema”.
Un trío protagonista envidiable acompañado de gente como Cristopher Plumier o Richard Jenkins da ciertas garantías de personajes creíbles.
El film transcurre con cierta facilidad, con un inicio que ya deja las cosas claras sin irse por las ramas y alternando el dramatismo con el avance de la posesión animal. Donde radica el principal problema de Lobo es en su desenlace, el cual desentona con el ritmo de la cinta y se muestra cogido con pinzas; siendo un tanto rebuscado.
De todas formas, Mike Nichols nos acerca al mito de una forma diferente y a tener en cuenta, alejada de las modas de Hollywood. Lo que hace es adentrarse más en el drama para darle una mayor profundidad a la historia. Algo que por otra parte casa mucho mejor con sus protagonistas. A veces incluso, está más presente el elemento de misterio y suspense que el de terror.