Sin duda, nos encontramos ante lo que se convertirá en una obra de referencia en no demasiado tiempo. Wall-E es, por momentos, un auténtico despliegue visual y narrativo que engrandece el cine como arte. Pixar se ha superado así misma y nos deleita con esta maravilla.
Visualmente, hay poco que comentar de la cinta de Andrew Stanton, es de una impecable factura. Wall-E significa un paso más allá en la animación digital. Sorprende en cada paso que da y deja a más de uno con la boca abierta ante la belleza y realismo de sus imágenes.
El que fuera guionista de de Toy Story o Monstruos S.A. y director de Buscando a Nemo, nos sorprende esta vez con una historia de robots en donde apenas hay diálogos. Esto, que en principio echaría atrás a muchas distribuidoras aduciendo que le restaría público y las llevaría a cambiar completamente el film (como ocurrió en su día con El zapatero y la princesa, de Richard Williams), aquí se nos presenta como uno de los puntos de mayor interés.
Tanto es así, que incluso, en determinados momentos, algunas conversaciones resultan innecesarias y fuera de lugar. El que las voces sean así de prescindibles se debe, en gran parte, a la magnífica banda sonora de Thomas Newman con la inclusión de temas del musical Hello Dolly, así como al elevado grado de expresividad de los personajes.
Para darle esa expresividad a Wall-E, los responsables del film se inspiraron en el simpático Johnny Cinco de Cortocircuito. Ya no sólo en el aspecto físico, sino también en la forma de actuar y comportarse del robot. Puede que se inspirarán demasiado, pues parece una copia del mismo, pero en tamaño reducido.
Wall-E nos muestra una imagen del mundo apocalíptica, es una visión premonitoria de lo que nos aguarda el futuro. Su mensaje puede servir de toque de atención. El film habla de un mundo donde el poder político y económico son uno, hasta los gobiernos más poderosos pertenecen a las multinacionales; en lo que algunos llamarían, un proceso de macdonalización.
En la cinta, el presidente de la mayor y única empresa que domina todos los aspectos de la sociedad, es también el presidente de los EEUU, interpretado por Fred Willard (el único actor real que aparece en Wall-E). Los humanos que hay en la película se comportan como autómatas, el libre albedrío ha desaparecido en ellos. Se mueven y actúan al son que marca la multinacional.
Al respecto, es destacable también el papel de la computadora del crucero (con la voz de Sigourney Weaver en la versión original), el cual recuerda a Hal, de 2001: una odisea del espacio.
Esta crítica de la película se va diluyendo a medida que se acerca el final, pues no hay que olvidarlo, el mercado manda, con lo que termina habiendo un final “made in disney”. A uno le da la sensación de estar asistiendo a una gran obra de animación que se aleja de los tópicos infantiles y pretende ser adulta, para darse de bruces con todos esos clichés de “para toda la familia”.
Aún así, en Wall-E, las partes más fascinantes, divertidas y conmovedoras superan con creces a los aspectos negativos que se le puedan encontrar, lo que ya es todo un logro al alcance de pocos filmes.
1 comentario:
Desde mi punto de vista, la mejor película de animación jamás filmada. Sublime del primer al último fotograma. Su vena cómica está a la altura de las mejores obras de Chaplin.
Lástima que la mayoría de la gente se la vaya a tomar solo como eso (una película).
Respecto al final, más que comercial (la cinta no lo es, va a contracorriente del público-masa) es acorde con la filosofía optimista y alentadora de Disney, aunque en este caso no hay ni rastro de ñoñería empalagosa.
P.D. Está claro que DreamWorks está perdiendo el tiempo con sus cintas tontas de animalitos peludos ya que no le llega a Pixar ni a la base de la suela de los zapatos. No tienen nada que hacer, ni técnica ni artísticamente hablando.
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