12.11.09

Entrevista: Daniel Monzón

Este mes lo damos todo con Celda 211. La película de Daniel Monzón ha tenido muy buena acogida por parte de público y crítica. Motivo por el cual recogemos una entrevista que concedió Daniel Monzón para (como viene siendo habitual) La Huella Digital a principios de octubre:

Pregunta: ¿Cómo llegó el libro a sus manos?
Respuesta: Uno siempre sueña con que le lleguen materiales interesantes por parte de los productores y en este caso, así fue.

P: ¿Qué fue lo qué le enganchó de él para querer adaptarlo?
R: Me mueven los retos. Y Celda 211 contenía uno muy grande para un director, sostener dos horas de tensión a partir de pocos elementos, eso sí, los elementos esenciales: trama, puesta en escena y actores. Esta vez no había decenas de localizaciones, sólo cuatro paredes, ni grandes efectos especiales o música sinfónica para atrapar al espectador. Se trataba de lanzarse a contar una buena historia de manera casi asceta, sin posibilidad de guardarse cartas en la manga…

P: La historia tiene lugar durante un motín en una cárcel, pero lo cierto es que éste no es más que la excusa para hablar de temas más complejos como el comportamiento ante situaciones límite o la amistad…
R: Así es. No la considero una película carcelaria sino una historia de personajes. Cómo un hombre bueno, lo que se dice alguien normal, descubre cosas de sí mismo que desconocía al enfrentarse a una situación de una tensión excepcional y cómo un hombre en principio brutal y despiadado puede acabar mostrando un grado de nobleza y humanidad mayor que el de sus carceleros. La película propone un viaje emocional espero que intenso y también, como apuntas, plantea una muy peculiar historia de amistad entre estos dos tipos tan opuestos, que hubieran sido antagónicos en cualquier otro contexto y que viven juntos las treinta horas más decisivas de su vida.

P: ¿Se puede decir entonces que es una película de personajes más que un thriller al uso?
R: Es que son dos cosas que no creo que estén reñidas. Me han preguntado mucho estos días si la considero una película de género o de autor por aquello de haber sido seleccionada en Venecia dentro de una sección consagrada al cine de autor. Yo creo que el cine de género no está reñido con la, llamémosle, “autoría”. El término fue acuñado por la gente de Cahiers, que luego serían importantes cineastas, y lo aplicaron a directores como Howard Hawks, Alfred Hitchcock o John Ford, perfectos autores que se expresaban a través del cine de género. Yo considero que he hecho películas con una mirada propia, con un universo personal, si es lo que se entiende por “autoría”, enclavadas en distintos géneros. Celda 211 puede ser catalogada como una película de suspense, un thriller de política ficción, como un drama, o como le apetezca a cada espectador. Lo importante es que conmueva. Eso es lo que a mi juicio distingue las buenas de las malas películas, independientemente de la etiqueta que quiera ponérselas.

P: También le da tiempo a meterse en política…
R: Lo que más me gusta del comentario sociopolítico que pueda contener Celda 211 es que nunca está en primer término, forma parte del contexto. No es el objetivo de la película, surge de la propia acción, de la propia condición de microcosmos que posee el universo de la cárcel… Nunca me ha interesado el cine discursivo.

P: ¿No cree que se percibe cierta carga crítica ante las políticas frente a ETA llevadas a cabo en los últimos tiempos? (Con independencia de quien esté en el poder)
R: Cuando Jorge Guerricaechevarría y yo visitábamos cárceles para tratar de enriquecer la historia de ficción que nos traíamos entre manos, nos dimos cuenta de que la vida en una penitenciaría era un reflejo condensado de la sociedad de fuera. Incluso un preso muy agudo nos apuntó una frase memorable: “la cárcel es como el mundo de fuera sólo que en mp3”. Poco a poco nos dimos cuenta de que Celda 211 tenía cierta calidad de parábola, de fábula negra o como quieras llamarlo. Y queríamos conservar esa cualidad abstracta sin asentar la historia en ninguna época concreta. Como muy bien dices, la película dispara con bala contra aquellos que consideran unas vidas más importantes que otras por el transitorio valor político que puedan acarrearles. Y no es una práctica de izquierdas o de derechas. Es una práctica del poder.

P: Esta es su segunda colaboración con el guionista Jorge Guerricaechevarría (habitual de Alex de la Iglesia)… ¿qué visión le aporta a sus proyectos?
R: Para empezar aporta una extraordinaria carga de humor al día a día de trabajo, lo cual es impagable. Es uno de los hombres más ingeniosos que conozco. Y eso es también lo que aporta a un guión, un ingenio desbordante. Es el compañero de viaje ideal para sobrellevar ese desasosiego que le entra a uno cuando escribe en solitario y piensa que lo que tiene entre manos no le va a interesar a nadie. Jorge además, es un dialoguista brillante. En Celda 211 estuvo especialmente inspirado.

P: ¿Cómo fue el trabajo de documentación de la película?
R: Nos dimos cuenta pronto de que la mejor manera de contar esta ficción era desde una apariencia de verosimilitud casi documental. Así que, paralelamente al trabajo de estructura del guión, decidimos embarcarnos en un proceso de documentación que nos embebiera de la mayor carga de realidad posible. Visitamos cárceles, hablamos con presidiarios, leímos libros y diarios de presos históricos, mantuvimos charlas con funcionarios, educadores, familiares de presos… y con todo ese material y experiencias bulléndonos dentro sentimos que había que escribir una primera versión de manera muy suelta, casi de corrido, en todo lo que a diálogos se refería porque Jorge se había impregnado como una esponja del espíritu carcelario. Tiene oído casi de músico y una capacidad de sumergirse en un universo ajeno y moverse por él como un sherpa mientras dura el proceso de escritura.

P: ¿Por qué recurrir a Ex – presos como extras del film?
R: Precisamente por esa búsqueda de una apariencia de realidad, ese estilo casi verité con que sentí que había que contar esta historia. Había que conseguir situar al espectador en el mismo ojo del huracán, que fuera como el propio Juan, atrapado en el centro de un furioso motín. No quería una figuración convencional, quería presencias creíbles. El que hubiera presos entre la figuración no sólo ayudaba al verismo sino a que todos, actores y técnicos, nos sintiéramos parte de un auténtico motín. Esa era la energía que requería la película y su rodaje… Además, eran una fuente constante de documentación, ¡algunos tenían más notas en el guión que los propios actores!

P: ¿Hay algún tipo de referente o influencias que haya tenido en cuenta para llevar adelante la película?
R: Procuré no revisar ninguna película carcelaria. Intenté que todas las influencias plásticas me llegaran de la propia observación de la realidad y de la influencia que la cárcel real donde rodamos ejercía sobre mí, sobre los actores y sobre el equipo a la hora de planificar, encuadrar o coreografiar la acción… Quise huir de tantos tópicos grabados a fuego en nuestro cerebro -y que proceden fundamentalmente del cine de prisiones norteamericano-, para encontrar una voz propia, reflejar la particular idiosincrasia de la prisión española en la que, por ejemplo, no se lleva ningún tipo de uniforme. Es un mundo más barroco, con un tipo de sorna muy autóctono…

P: En cuanto a la elección de actores… ¿los distintos papeles estuvieron claros desde el principio?
R: Jorge y yo escribimos con Luís Tosar en la cabeza para el papel de Malamadre. Tachuela también sabíamos que nos encantaría que lo encarnase Vicente Romero. La suerte es que ambos quisieron interpretarlos. Pero el resto de los papeles estaba más abierto. Me tomé mucho tiempo y cuidado en la confección del reparto. El proceso llevó casi un año en compañía de dos extraordinarias directoras de casting, Eva Leira y Yolanda Serrano que, entre otros grandes hallazgos, fueron las que me condujeron a Alberto Ammann para el papel de Calzones. El actor revelación del año. Estoy muy orgulloso finalmente del conjunto de los actores, creo que resulta un reparto de una enorme solidez. Como decía Kubrick, la mejor dirección de actores consiste en saber elegirlos.
P: ¿Qué vio en un prácticamente debutante como Alberto Ammann para ofrecerle uno de los roles protagonistas?
R: Necesitaba una presencia nueva, alguien sin bagaje cinematográfico que situase al espectador en el mismo punto de desconcierto en que se encuentran los presos ante la aparición de Calzones: ¿quién demonios es este tipo? Ese actor recién llegado debía tener la capacidad de aparecer primeramente como un hombre blanco, bueno, para irse revelando, ante los presos y ante sí mismo, como otro hombre distinto, con una capacidad de reacción sorprendente y una progresiva metamorfosis en su viaje al fin de la noche, que diría Céline… Reunir todo eso en un actor sin experiencia era sencillamente imposible. Cuando Eva y Yolanda me sugirieron probar a Alberto, que conocían de un concurso de talentos del que habían sido jurados, yo ya pensaba que nunca íbamos a poder encontrar un actor adecuado para semejante personaje. Pero ya desde su primera prueba pude comprobar su poderosa capacidad de intuición, la intensidad de su mirada, su madera innata de protagonista… sentí que estaba ante un actor grande, alguien que no parecía primerizo, que se hubiera pasado toda la vida delante de una cámara…

P: Luís Tosar está impresionante… ¿le costó meterse en la piel de Malamadre?
R: Luís es un hombre de una discreción tal que podrías llegar a no darte cuenta del ímprobo esfuerzo que realiza para llegar a semejante verdad con el personaje. Pero yo no quería perderme nada del placer que significó acompañarle en todo ese viaje al encuentro del alma de Malamadre. Desde nuestra primera y apasionada charla en un café hasta que al fin rodamos la película transcurrió quizá un año entero debido a una serie de retrasos del rodaje. Esa dilatación acabó siendo una bendición porque nos permitió encontrar muchas cosas, profundas y también accesorias. Y nos permitió probar y ensayar, como diría el propio Luís, a dolor. Una visita en la que hablamos durante varias horas con un preso histórico acabó de darnos algunas claves fundamentales que a Luís sentí que le acompañaron durante todo el rodaje. Para mi era un placer contemplar desde el otro lado de la cámara, como primer espectador de la película, el trabajo extraordinario que estaba creando este pedazo de actor día a día.

P: La acogida hasta el momento por parte del público y la crítica internacional está siendo muy buena, ¿Era algo que esperaba?
R: Más que esperar, uno siempre desea que ocurra algo así. Pero si sucede, resulta sorprendente. Una sorpresa feliz, qué duda cabe…

P: ¿Cómo espera que la reciba el público español?
R: Ojala la reciba con la misma intensidad y emoción que el público internacional. Venecia y Toronto son dos de los festivales más importantes del mundo y la recepción allí ha sido absolutamente extraordinaria, apabullante incluso… Uno desea llegar a todos los públicos pero, al menos a mí, me afecta especialmente el hecho de conectar con el de casa…

P: ¿Qué le ha parecido la decisión de la academia respecto a las candidatas a la preselección de los Oscar?
R: La Academia no es un ente abstracto, está formada por una serie de miembros entre los que me cuento. No puede dejar de parecerme bien una votación transparente en la que, además, yo mismo participo.

P: ¿No siente un poco de lástima que su Celda 211 no estuviera entre las elegidas viendo el recibimiento obtenido en festivales como los de Venecia o Toronto?
R: Sentí un poco de lástima, cinco minutos de lástima para ser exactos. Me alegró mucho en cambio el hecho de que gente a la que admiro tanto como Fernando Trueba o Alex de la Iglesia declararan que echaban de menos que Celda 211 no se contara entre las finalistas. Quizá Celda 211 tendría que haberse presentado el año que viene, cuando hubiera podido ser vista por más miembros de la Academia.

P: Bueno, ya para concluir… ¿qué opinión le merece la nueva tecnología del 3D en el cine? ¿Puede ser tan revolucionaria como algunos preconizan o quedará cómo una herramienta más?
R: He de confesarte que, a pesar de las ganas locas que tengo de ver una película con el renovado sistema de 3D, aún no he podido hacerlo por el poco tiempo libre que me ha dejado la postproducción de Celda 211. Y las películas de animación como Bolt, Ice age 3 o Up las he ido a ver con mi hija de dos años, así que opté por el 2D para no descomponerle el cerebro a tan tierna edad… Hasta que no tome conciencia empírica de lo que verdaderamente aporta y significa esta tecnología no podré contestarte a esta pregunta. Pero en principio, siempre me ha divertido mucho todo lo que acerca el cine al espectáculo de barraca de feria…

Fotos: José Haro

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