Anderson se embarca así en su segundo proyecto en tierras europeas tras El Maquinista (2004). Pero en esta ocasión se va de viaje en el famoso Transiberiano en aras de lograr un film que guarde un cierto espíritu clásico y recuerde a directores como Hitchcock.
A través de casi dos horas de película, Transsiberian consigue transmitir las sensaciones que se producen en el viaje y muestra con buen acierto, la belleza de sus paisajes a lo largo de toda la geografía rusa.
La cinta tiene un comienzo esperanzador, pero se pierde pronto en su larga travesía. Parece no tener claro lo que quiere ser y termina no siendo nada.
Transsiberian peca de una cierta previsibilidad y de un afán de querer irse por las ramas porque sí. Además, usa ciertos recursos (como el flash-back) sin venir a cuento y que solo sirven de relleno, pues a esas alturas el público está más que enterado de lo que está sucediendo.
No todo va a ser negativo, pues la idea original era buena y Brad Anderson ha demostrado en varias ocasiones ser un excelente director. Así, el grado de suspense y tensión de algunas escenas levanta el ánimo del público y lo sumerge (aunque sólo sea por poco tiempo) en medio de la historia.
Hablando de todo un poco llegamos al trabajo interpretativo, el cual es, sin duda, lo mejor de la cinta. En este apartado quien se lleva la palma es Woody Harrelson (realmente uno llega a pensar que es un cretino). Su personaje es el que tiene la función de contrarrestar la tensión del film para evitar que los espectadores se saturen.
A Ben Kingley, por su parte, ya no le hace falta probar nada acerca del nivel de su trabajo. El papel de policía ruso da la impresión de que le viene como anillo al dedo.
Las dos estrellas americanas están bien escudadas, sobre todo, por los personajes femeninos: Emily Mortimer y Kate Mara. La primera (a quien vimos por ejemplo en Match Point) es sobre quien recae gran parte del peso de la película, mientras que Kate Mara, se limita a ser una simple secundaria sin demasiada trascendencia en el devenir del film.
Una mención se merece el personaje de Carlos Ximénez (Eduardo Noriega), quien aporta el punto español en esta producción internacional. Sobre su actuación sólo decir que hace lo suyo. Eso sí, hay que darle un voto de confianza en la versión doblada, ya que (al menos en lo que respecta a su personaje) deja bastante que desear.