28.10.08

Transsiberian (2008)

Para hacer frente a las producciones de Hollywood, los europeos suelen apostar por las coproducciones internacionales para así poder traerse a actores de renombre y algún director interesante; aunque no siempre el resultado es el esperado. En esta tesitura se encuentra Transsiberian, que recurre a Brad Anderson y a un reparto encabezado por Woody Harrelson y Ben Kingsley.

Anderson se embarca así en su segundo proyecto en tierras europeas tras El Maquinista (2004). Pero en esta ocasión se va de viaje en el famoso Transiberiano en aras de lograr un film que guarde un cierto espíritu clásico y recuerde a directores como Hitchcock.

A través de casi dos horas de película, Transsiberian consigue transmitir las sensaciones que se producen en el viaje y muestra con buen acierto, la belleza de sus paisajes a lo largo de toda la geografía rusa.

La cinta tiene un comienzo esperanzador, pero se pierde pronto en su larga travesía. Parece no tener claro lo que quiere ser y termina no siendo nada.

Transsiberian peca de una cierta previsibilidad y de un afán de querer irse por las ramas porque sí. Además, usa ciertos recursos (como el flash-back) sin venir a cuento y que solo sirven de relleno, pues a esas alturas el público está más que enterado de lo que está sucediendo.

No todo va a ser negativo, pues la idea original era buena y Brad Anderson ha demostrado en varias ocasiones ser un excelente director. Así, el grado de suspense y tensión de algunas escenas levanta el ánimo del público y lo sumerge (aunque sólo sea por poco tiempo) en medio de la historia.

Hablando de todo un poco llegamos al trabajo interpretativo, el cual es, sin duda, lo mejor de la cinta. En este apartado quien se lleva la palma es Woody Harrelson (realmente uno llega a pensar que es un cretino). Su personaje es el que tiene la función de contrarrestar la tensión del film para evitar que los espectadores se saturen.

A Ben Kingley, por su parte, ya no le hace falta probar nada acerca del nivel de su trabajo. El papel de policía ruso da la impresión de que le viene como anillo al dedo.

Las dos estrellas americanas están bien escudadas, sobre todo, por los personajes femeninos: Emily Mortimer y Kate Mara. La primera (a quien vimos por ejemplo en Match Point) es sobre quien recae gran parte del peso de la película, mientras que Kate Mara, se limita a ser una simple secundaria sin demasiada trascendencia en el devenir del film.

Una mención se merece el personaje de Carlos Ximénez (Eduardo Noriega), quien aporta el punto español en esta producción internacional. Sobre su actuación sólo decir que hace lo suyo. Eso sí, hay que darle un voto de confianza en la versión doblada, ya que (al menos en lo que respecta a su personaje) deja bastante que desear.

24.10.08

JCVD (2008)

Imaginemos a un Van Damme en el ocaso de su carrera y afligido debido al juicio por la custodia de su hija. Entonces decide volver a Bélgica para reencontrarse a sí mismo y se ve envuelto en el robo de un banco. Con esta sugerente premisa se presenta el nuevo film de Jean-Claude Van Damme, JCVD.

A algunos les vendrán a la mente títulos como Takeshis’, pero comparaciones aparte, y siguiendo un tono de tragicomedia, JCVD tiene momentos realmente buenos que nos descubren una interesante obra que va más allá de lo que a simple vista pudiera parecer.

De un lado se nos presenta un thriller con policías, robos y demás; y de otro, una mirada introspectiva del mundo del cine a sí mismo. A priori no hay por donde coger algo así, sin embargo, el resultado final, a la par que sorprendente, es más que reseñable.

Además, la propuesta se adereza con algunos toques de comedia y situaciones que, a pesar de despertar algunas risas, son tan cotidianas que hacen que más de uno se mire a sí mismo.

A modo de falso biopic y reflexionando sobre la fama y su precio, Van Damme hace su interpretación más sincera y humana. En JCVD deja de lado las artes marciales para analizar e ironizar sobre su propia vida. Quien fuera protagonista de hitos del cine como Double Team o Van Damme’s Inferno, parece haber resurgido y ha encontrado su vena interpretativa.

Después de algunos intentos con películas salidas directamente al mercado DVD, su retorno a la gran pantalla da la sensación de haberle salido bien. En el presente film somos testigos de la mejor interpretación de actor belga hasta la fecha.

La cinta del semidesconocido por estos lares, Mabrouk El Mechri, convence desde un primer momento. Alejada de grandes pretensiones consigue conectar pronto con el público, pues estamos siendo testigos de la caída de una estrella que retorna a la cruda realidad.

Esta conexión con el espectador también se logra gracias las escenas en las que un emocionado Van Damme interpela al público para confesarse.

Siguiendo un montaje atractivo y ágil (pero sin caer del todo en la estética de un videoclip), además de usar saltos temporales hacia atrás y adelante para enlazar toda la trama, el director francés logra seducir con una película fresca y sin complejos.

JCVD es una entretenida y sorprendente propuesta (debido sobre todo a su protagonista más que al tema abordado) pero que, como no podía ser de otra forma, al final se deja llevar por las buenas intenciones y los mensajes moralizantes típicos de Hollywood.

22.10.08

Las metacríticas: VIERNES 13 PARTE 7

El Caballero Oscuro de Christopher Nolan no ha sido la única película que ha conseguido elevar a categoría de obra maestra a una saga desvalorizada y denostada por críticos de todo el mundo. Así ocurre la séptima parte de Viernes 13, en la que su director John Carl Buechler, una prima donna del maquillaje y los efectos especiales, dota de elegancia, energía y de buen hacer a esta séptima entrega, infravalorada injustamente por el público.

No pretendemos hacer aquí comparaciones, pero si en
El Caballero Oscuro del sobremitificado Nolan (pues todos sabemos que gran parte del éxito de la película es gracias al montaje y no a su astucia mediata) consigue alejar a la figura de Batman del cómic, de las cabriolas y de esas pantomimas en pro del realismo y de las tramas realistas y políticas, en Viernes 13 parte 7 ocurre todo lo contrario. John Carl Buechler abandona el hiperrrealismo rural que caracterizaba a las anteriores entregas y se las ingenia para introducir al asesino Jason en el universo del cómic enfrentándolo contra un némesis inesperado. Tina, una chica con poderes telepáticos y capaz de mover las cosas con la mente. Algo así como la respuesta de los ochenta a la Carrie que conocimos de la mano de Brian de Palma, pero ahora modernizada y rubia para la ocasión.


"Si creíais que el maquillaje churretoso del joker era bueno, mirad esto.
La polla, ¿eh? Sobran las palabras"


“El traje de Batman en el caballero oscuro era un poco mierda. Mirad, en cambio, el de Tina... Sutil pero contundente. elegante pero versátil Tina, toda una tía".

Son muchas las virtudes que demuestra este
viernes 13. Desde ese prólogo arrebatador en que asistimos al origen de los poderes de Tina que tras provocar (sin querer) la muerte de su borracho padre asumirá el destino del héroe (ya sabéis frases como:"todo poder conlleva a una gran responsabilidad" o "mueres como un héroe o vives lo suficiente para haberte convertido en el villano"), la inclusión de todo un reparto a las alturas de las circunstancias (quien puede olvidarse de Jimmy, ese personaje fan de star treck) hasta el enfrentamiento final con Jason. Enfrentamiento repleto de dobles lecturas, en el que Jason ya no es solo un vulgar asesino sino que consigue elevarse a la poética metalingüística al representar el sentimiento de culpabilidad de Tina por la muerte de su padre. Porque no nos engañemos, aquí el Jason, al igual que hizo Nolan con su Joker, no se limita a representar la villanía. Este Jason es la culpa, el remordimiento y la debilidad humana en pura forma oxidiana. Es el ojo del huracan que nos mira y nos señala a todos por el patetismo que representamos. Todo puede resumirse en una parafrasis: "Instaura una pequeña anarquía, altera el orden establecido y comenzará a reinar el caos". Jason es un agente del caos, y lo que tiene el caos es que es justo.

Estamos ante el primer Jason justo de la historia.

Todo esto deriva en una conjunción de emociones en el tramo final, en el que el escenario, el consabido lago, sirve de metáfora para la dialéctica entre Tina y Jason. Su enfrentamiento no sólo tiene cabida en la realidad objetiva sino que al ser reflejado por las aguas pantanosas de Cristal Lake tiene repercusión en el otro lado del espectro, creando así un espejismo distorsionador con tintes oníricos.

Cabe destacar la asombrosa intervención de Jason en esta secuela interpretado por un espléndido
Kane Hodder. Muchos pensaban que la elección del actor para interpretar a Jason no era la acertada. Algo similar a lo que ya le ocurrió a Michael Keaton en el primer Batman en la que una legión de fans sin agallas proclamaron que fuera sustituido de inmediato. Sin embargo, el trabajo de Hodder en este secuela no deja lugar a dudas: es sencillamente brillante. Hodder se las arregla para confeccionarnos a un Jason más elegante y refinado. Por vez primera percibimos que sus actos esconden un subtexto, una sobrecarga de dramaturgia cinéfila, una miga de psicología. Un Jason que no se limita a ser una serie de concatenaciones perversas de maldad. Al terminar de ver este filme a uno le dan ganas de conocer un poco más a este Jason y no deja de preguntarse, ¿dónde había estado este personaje en las anteriores secuelas?

En definitiva, una peli de terror digna de los mejores relatos de
Adrian Mellón o de Alonso Curvelo, que no dejará indiferentes a aquellos que quieran ver algo más que una peli de lagos y de máscaras con agujeros.

18.10.08

Tropic Thunder (2008)

Todos tenemos que reconocer nuestras debilidades, y entre las de un servidor están las comedias de Ben Stiller. Siempre se les encuentra algo con lo que te arrancan una carcajada, y en este sentido, Tropic Thunder no es una excepción.

Con esta nueva incursión en la faceta de director, Ben Stiller sigue la senda de la sátira y la crítica, como bien hiciera en su día con Zoolander y el mundo de la moda. En esta ocasión su incisiva mirada está dirigida hacia el celuloide.

Tropic Thunder cuenta, en tono de parodia, los intentos de un director por hacer la mayor película bélica de la historia junto a unas estrellas vanidosas y petulantes y un mezquino productor.

Con referencias a filmes como Platoon o Apocalypse Now (incluso al documental sobre el rodaje de la misma: Hearts of Darkness), la cinta de Ben Stiller hace una burla del cine bélico. Más aún, su sátira va dirigida a toda la industria sin dejar títere con cabeza. Lo vemos en los trailers que sirven de presentación a los actores (son de lo más desternillante del film), la gala de los oscars o en las cláusulas del contrato de Tugg Speedman (Stiller), entre otras cosas.

La parodia más visible en este sentido es, sin duda, la referida a Hearts or Darkness. Tanto es así, que hasta han distribuido un “documental” titulado Rain of Madness, en donde se narran las dificultades de la filmación de Tropic Thunder.

Para llevar a cabo este proyecto, Stiller se ha acompañado de gente como Nick Nolte, Jack Black o Robert Downey Jr. Aunque como siempre hay algunos que despuntan más que otros, y en esta ocasión hay uno que lo hace sin ningún género de discusiones: Robert Downey Jr. Ya el simple hecho de verle caracterizado como un actor negro es suficiente motivo para ver el film.

Su personaje es el más divertido, y como todo en la película, tiene una gran carga irónica. Algo que tienen en común resto de personajes, pero que no vamos a desgranar aquí.

Otras interpretaciones a destacar son las de Nick Nolte y la de un desconocido e impresionante Tom Cruise. Así como numerosos cameos de reconocidos actores. Las risas están garantizadas.

La dificultad que se encuentra la cinta es su escasez de gags y chistes, lo que hace que mientras haya fases muy cómicas y cargadas de picardía (las insinuaciones a Jack el simple, por ejemplo); hay otras (sobre todo a partir de la mitad del film) que se diluyen en escenas intrascendentes y que parecen más de relleno para justificar la inversión realizada en la película.

Este vaivén en el ritmo del film actúa en contra del mismo, puesto que después de pasar por una secuencia de esas, pobres en interés, cuesta volver a arrancar y meterse en la acción. Además, esto hace perder parte del sentido crítico y malicioso de la cinta.

16.10.08

Camino (2008)

Con una historia sobre el amor, que antes de su estreno ya ha levantado ampollas, Javier Fesser intenta desvincularse de lo hecho anteriormente pero sin perder su esencia.

Camino es, ante todo, un relato acerca del amor. La historia de una niña (Nerea Camacho) que se enamora, y que a pesar de las fatalidades a las que se enfrenta, no pierde la esperanza e inocencia propias de su edad.

Este amor que siente la niña es interpretado a los ojos de su entorno más próximo (a causa de diversas situaciones que se dan), como un amor a Jesucristo.

A lo largo de la cinta asistimos a una gran declaración de amor; amores distintos según quien sea el destinador, pero un amor puro al fin y al cabo: el que profesa la orden del Opus Dei y la madre a dios, el enamoramiento infantil de los niños, el de unos padres hacia su hija, el de una hermana que se encuentra perdida y confusa…

El otro gran tema que se aborda en el film (y el que ha suscitado más polémicas) es el de la fe y la religiosidad. En cierto modo, también vinculado al tema anterior.

A pesar de todos los ataques que pueda recibir por anticlerical o por denostar la fe católica, toda la película está envuelta – paradójicamente – en un cierto halo de religiosidad.

El film parece inspirarse libremente en la vida de Alexia González Barros (una niña de 14 años fallecida en 1985 por una enfermedad terminal en honor de santidad, que actualmente se encuentra en proceso de beatificación). Tanto o más cuando estos datos se nos dan antes de los créditos finales y cuando la familia de dicha niña ha mostrado su malestar hacia la forma de tratarse algunas escenas.

Sin embargo, según palabras del propio Fesser, el caso de Camino no hace referencia a ningún hecho concreto, sino a numerosas historias anónimas.

Aspecto este, que puede causar más de una confusión entre los espectadores.

La declaración de intenciones de Javier Fesser acerca de querer mostrar una realidad, dejando espacio para que sus defensores se expliquen libremente y que podamos llegar a comprenderlos; se queda en agua de borrajas. Algo inevitable por otra parte, teniendo en cuenta que el director ha manifestado en varias ocasiones tener un posicionamiento totalmente en las antípodas de lo defendido por obras como el Opus Dei.

Esta completa falta de abstracción y objetividad se percibe en el hecho de que todos los personajes que defienden abiertamente las tesis del Opus causan un rechazo tal, que a muy pocos les afectaría que viniera alguien y se los cargara a todos.

Además, los protagonistas que, o resultan más ambiguos o no comparten esta forma de pensar, son vistos como las víctimas de la hipócrita y egoísta iglesia.

Ya no sólo eso, sino que, como ejemplo ilustrativo, en las escenas en que la madre de Camino (Carmen Elías) le habla a la niña de su ángel custodio antes de dormirse, la reacción de Camino no es de seguridad. Todo lo contrario; es sugestionada de tal forma, que cuando duerme, sus sueños se transforman en pesadillas en las que huye de dicho ángel “protector”.

En el film se dan muchas metáforas y paralelismos como con el cuento de la Cenicienta que ayudan, sobre todo, a comprender la visión de Camino acerca de todo lo que le está sucediendo y, al mismo tiempo, cumplen la función de rebajar la carga emocional de la película.

Esta sobredosis de emociones hace que surjan comparaciones entre Camino con filmes como Mar Adentro. El problema surge cuando el director se pone dubitativo a la hora de saber si ha conseguido emocionar al público o no. Estira y estira hasta llegar a la extenuación, convirtiendo por momentos a Camino, en un producto sensiblero de sobremesa que busca la lágrima fácil y no engaña a nadie.

Lo que ha de reconocerle a Javier Fesser es su ojo para elegir al reparto. Las interpretaciones de todo el plantel: desde La jovencísima Nerea Camacho a Manuela Vellés o Mariano Venancio entre otros, son de lo mejor que uno se puede encontrar.

A modo de refrito de conclusión, se puede afirmar que Camino consigue ser una preciosa narración acerca de lo que es el amor y una valiente y dura crítica hacia el Opus Dei. Una crítica que les ha proporcionado un fuerte empuje mediático y que hará que nadie quede indiferente al verla.

La losa que arrastra, por contra, es su desesperado intento por emocionar en la mayor medida posible, lo que puede hacer de sus dos horas y veinte minutos, algo laborioso y cansado.

10.10.08

Vicky Cristina Barcelona (2008)

Está claro que no estamos ante la mejor película de Woody Allen y que el cenit de su carrera ya ha quedado atrás; sin embargo, con Vicky Cristina Barcelona, el director neoyorquino nos ofrece otra de esas comedias con un encanto especial.

Al estilo de otros filmes suyos como Melinda y Melinda, Allen se acerca al tema del amor como sólo el sabe, a través de la comedia con un cierto halo de tragedia que envuelve a todos sus personajes.

Uno de los encantos de Vicky Cristina Barcelona es el convertir a la ciudad condal en un personaje más; recorriendo sus calles y embriagándose de ella. El problema radica en que tal embriaguez termina sentando mal, convirtiéndose la película en una especie de guía turística de la ciudad.

El otro de los puntos fuertes del film es la dupla BardemCruz. A pesar de nadar entre toda clase de tópicos y clichés, el oscarizado Javier Bardem se desenvuelve de maravilla en la piel del pintor español, seductor y bohemio. Por su parte, la aparición de Penélope Cruz es explosiva; le da un nuevo enfoque a la cinta y se come la pantalla con cada intervención. Las improvisaciones que hacen ambos mientras discuten en castellano son formidables.

La que no sale bien parada es Scarlett Johansson, quien parece sosa y desganada. El personaje de Cristina es más que intrascendente. Rebecca Hall en cambio, tiene chispa, pero da la impresión de que su personaje (Vicky) ha sido desaprovechado por completo.

Estos desequilibrios entre los personajes se traducen en un ritmo un tanto irregular: de un quiero y no puedo con Vicky, pasamos al torbellino de María Elena que justifica el tiempo empleado en ver la película, para seguir con la desdibujada Cristina. Y así a lo largo de la película.

Con un desenlace al más puro estilo Allen, Vicky Crisitna Barcelona deja un sabor agridulce en el espectador: acaba con una sonrisa en la boca, pero con la sensación de que falta algo.