26.7.08

Wolf (1994)

Mike Nichols, director que cuenta a sus espaldas con títulos como Closer o El Graduado, se atreve con una historia de terror de la mano de Jack Nicholson y dando su visión del mito de los licántropos.

A pesar de haber llevado una carrera con algún que otro altibajo en cuanto a críticas y aceptación del público, Nichols siempre se ha rodeado de grandes nombres para protagonizar sus filmes: Al Pacino, Meryl Streep, Clive Owen, Annette Bening, Orson Welles… y claro, en esta lista no podría faltar Jack Nicholson, quien construye un particular hombre lobo en la cinta que hoy nos ocupa.

Lobo nos plantea un punto de vista más dramático de la leyenda. La mordedura del lobo y los efectos físicos y psíquicos que sufre Jack Nicholson a causa de esta, son la excusa usada por Nichols para acercarnos una historia acerca del poder y la competitividad de los negocios por un lado, y del amor trágico por otro.

La transformación es más mental que física (las veces en que vemos a Nicholson caracterizado de hombre lobo se pueden contar con los dedos de una mano). La apreciamos en su cambio de conducta y forma de ser. El film nos sugiere más que mostrarnos explícitamente. De ahí que cuando sale la luna llena apenas le salgan más pelos y colmillos, así como el cambio de color del iris de los ojos.

Un punto interesante del film es que nos propone que la metamorfosis no se ha de deber necesariamente por una dentellada, la misma pasión del lobo basta para lograr el mismo efecto.

Esta transformación encaja con el tono minimalista que se respira en el film. Lobo no se caracteriza por grandes escenas de acción ni sangre a borbotones, sino que nos traslada a una atmósfera sombría y un tanto melancólica. En este sentido, la música de Ennio Morricone ocupa un lugar importante para meternos de lleno en la trama.

A Jack Nicholson le acompañan en su maldición, la estupenda Michelle Pfeiffer (con quien ya coincidió en Las Brujas de Eastwick) y James Spader como su rival y protegido. Es simbólico el complejo de Edipo que desarrolla Spader en el film y los cambios que experimenta tras ser maldito por el propio Nicholson en un ataque de ira y celos. Mientras que éste gana confianza en sí mismo y parece recuperar las energías y espíritu de su juventud; James Spader se obsesiona más con el poder, es más visceral y violento: de idolatrar a su mentor pasa a una posición de querer acabar con él a toda costa.

Por su parte, el papel de Pfeiffer es el que intenta poner un poco de orden y que Nicholson no termine de perder la cabeza para poder luchar contra su “problema”.

Un trío protagonista envidiable acompañado de gente como Cristopher Plumier o Richard Jenkins da ciertas garantías de personajes creíbles.

El film transcurre con cierta facilidad, con un inicio que ya deja las cosas claras sin irse por las ramas y alternando el dramatismo con el avance de la posesión animal. Donde radica el principal problema de Lobo es en su desenlace, el cual desentona con el ritmo de la cinta y se muestra cogido con pinzas; siendo un tanto rebuscado.

De todas formas, Mike Nichols nos acerca al mito de una forma diferente y a tener en cuenta, alejada de las modas de Hollywood. Lo que hace es adentrarse más en el drama para darle una mayor profundidad a la historia. Algo que por otra parte casa mucho mejor con sus protagonistas. A veces incluso, está más presente el elemento de misterio y suspense que el de terror.

Get Smart (2008)

Lejos de lo que uno espera encontrarse al ver Superagente 86; el film no es más que una comedia de acción como tantas otras, con sus chistes insulsos, tramas predecibles o que no vienen a cuento y tópicos a mansalva.

Con el objetivo de hacer taquilla o la poca gracia de los guionistas, en muchos fragmentos de la cinta se ha dejado de lado el humor en favor de la acción, y para una película como esta, eso es algo poco recomendable.

Con un reparto encabezado por Steve Carell, lo que se pide es una mayor carga cómica, más gags y humor absurdo al estilo Agárralo como puedas o la misma serie original de Get Smart. Gags los hay, así como momentos y diálogos desternillantes, pero: o se quedan cortos o se alargan tanto que pierden toda su gracia y frescura.

Tanto Carell como Anne Hathaway cumplen en sus papeles de agente patoso y mujer florero respectivamente. Al personaje del agente 99 se le podría haber sacado bastante más, pero claro, el dinero manda y terminamos siendo testigos de una historia de amor que no aporta nada al film, con una Anne Hathaway que pasa de ser una legendaria agente de CONTROL, a convertirse en la chica en apuros para que nuestro héroe demuestre su hombría.

La pareja protagonista se rodea, asimismo, de un elenco de secundarios encabezados por Dwayne Johnson que realmente no son para tirar cohetes, pues hacen lo mismo que en la mayoría de sus filmes anteriores. Son las cosas que tiene el encasillamiento.

Lo más destacable al respecto, es el cameo de Bill Murray. No tiene desperdicio.

Superagente 86 supone un nuevo tropiezo en la poco reseñable carrera de Peter Segal, al que se le va acabando el crédito que pudiera tener. Sin duda, estamos ante un director que presumiblemente no pasará a la historia del cine. Al igual que la presente película.

A decir verdad, tampoco se puede esperar mucho más de un producto concebido para hacer taquilla veraniega.

La marca de Mel Brooks y la esencia de la serie original se aprecian muy poco, básicamente en algunos homenajes; debido, presumiblemente, al excesivo peso de la trama romántica y los efectos visuales. El Max de Carell está más cerca del Rowan Atkinson de Johnny English, que del Max de Don Adams.

Superagente 86 es una floja película que logra divertir por momentos, pero en otros se pone demasiado melosa sin ninguna necesidad, aderezada con unas descargas de adrenalina que no congenian lo suficiente con el espíritu que se pretende transmitir.

23.7.08

Ôdishon (1999)

Takeshi Miike deslumbra y estremece con esta cinta inclasificable, aunque las distribuidoras quieran venderla como una película de género. El autor de las conocidas por estos lares: Ichi the Killer o Llamada Perdida, hace con Audition, la que para muchos es su mayor obra hasta el momento.

Audition se basa en una novela de Ryu Murakami, y, muy por encima, nos habla de un viudo (Ryo Ishibashi) que pretende conseguir una joven esposa a través de un casting organizado por un amigo suyo (Jun Kunimura). Será allí donde conocerá y se enamorará de la misteriosa Asami (Eihi Shiina).

Esta simple premisa, que bien podría haberse cogido para una comedia facilona de Hollywood, Takeshi Miike la coge para construir una obra de culto que no deja indiferente ni a “entendidos” ni a todo aquel con ganas de curiosear un rato. El film aborda desde el drama nipón más tradicional al terror más morboso, pasando por las etiquetas de onírico y desconcertante con ocasionales destellos de humor o thriller. Vamos, lo que los “críticos” catalogan de cine de autor.

Además de pasar de un género a otro con maestría, los temas abordados son también de lo más diversos: machismo, venganza, soledad, desengaño, traumas infantiles… según la lectura que se le quiera dar se pueden acentuar unos aspectos u otros.

Lo más interesante de Audition es la forma en que está narrada y como el director juega con el público. Durante más de la mitad de la cinta no ocurre nada realmente destacable, el ritmo se puede hacer algo tedioso y lento, pero hay que saber esperar. Miike lo que pretende buscar es la indefensión del espectador, que se relaje por completo para sorprenderle y conducirlo por donde quiere. Una vez en ese punto, el público no sabe como reaccionar y es más sugestionable.

La otra gran baza del film es Eihi Shiina. Por momentos, la psicología de su personaje puede recordar a psicópatas que no tienen sentimiento alguno como Dexter, no se inmutan ante lo que sucede a su alrededor o los actos reprobables que llegan a desempeñar. La parsimonia de Asami en determinadas partes de la película llega a ser muy inquietante.

En este sentido, tiene un profundo interés y puede servir como pista para explicarse lo que vendrá después, el cambio de rol que hay en la pareja protagonista. Asami empieza siendo la vulnerable y dependiente de Aoyama (Ryo Ishibashi), al menos en apariencia. Pero a medida que avanza la historia vemos como evoluciona esa relación y nos terminamos encontrando al otro lado del espejo: Aoyama es quien se encuentra condicionado e indefenso ante la figura de la joven Asami.

El espectador siempre tiene la misma información que el personaje de Aoyama, hace de testigo de la acción, nada más. Esto le da un mayor halo de misterio a Asami y todo lo que la rodea.

Audition es un film que, más allá de lo que su apariencia pretenda ofrecer en un primer instante, tiene multitud de interpretaciones.

18.7.08

Black Snake Moan (2007)

La historia de un hombre acabado y resentido que pretende "curar" a una oveja descarriada que se pierde por un polvo, esto es lo que parece querer mostrarnos Black Snake Moan.

El nombre de Lazarus ya nos indica, nada más empezar, por donde irán los tiros: se trata de un relato de resurrección y redenciones personales. A grandes trazos el argumento resulta descabellado y original a partes iguales. El visionado del film deja a uno con una impresión matizada, puesto que ni es tan descabellada, ni tan original.

Sin embargo, capta nuestro interés y nos lleva de la mano con una cierta fluidez que nos hace salir satisfechos por el resultado. Eso sí, y en parte gracias a la “moralina” hollywoodiense, peca de cierta previsibilidad.

Como ya ocurrió con Hustle & Flow, Craig Brewer utiliza la música a modo de hilo conductor, y lo hace de forma eficaz. En esta ocasión la nota musical la pone un más que notable Samuel L. Jackson, que hace uno de sus mejores papeles de los últimos años. Cosa poco difícil, las cosas como son.

Según palabras del propio director, Black Snake Moan es un filme acerca del blues, de un blues que surge de las necesidades más profundas. El propio título de la cinta se corresponde a un tema de blues. Todo esto se percibe en el ambiente de la historia de una forma muy explícita, lo que en ocasiones logra ocultar la cojera que va lastrando el guión en cuanto empieza a acercarse el final del mismo.

Un guión que, como se ha mencionado antes, está cubierto de una atmósfera de puritanismo y moral americana que estalla antes de lo previsto, precipitando los acontecimientos; dando lugar a un desenlace demasiado convencional y forzado.

Sin duda, el otro gran defecto de Black Snake Moan es el hecho de que recuerda en exceso a Hustle & Flow. Tanto es así, que alguno podría confundirse y pensar que se trata de una secuela de la misma. Craig Brewer apunta maneras y demuestra su talento, pero da la sensación de que ha querido extrapolar situaciones de un film a otro.

En otro orden de cosas, no hay que olvidarse de las interpretaciones de sus protagonistas; uno de los puntos fuertes de la cinta. Además del ya señalado Samuel L. Jackson, sobresale Rae, la ninfómana interpretada por Christina Ricci. La pareja de principales se carga sobre los hombros toda la historia y le otorgan un plus de profundidad y convicción.

En este sentido es de agradecer la falta de tapujos de Ricci y el descubrimiento de las dotes musicales de Jackson. Los secundarios por su parte no se quedan atrás, y aunque S. Epatha Merkenson (la farmacéutica) o John Cothran Jr. (el predicador) merecen una mención, Justin Timberlake, se reafirma como una apuesta de futuro. El cantante aprueba y se desmarca de otros tantos cantantes que han intentado dar el salto a la interpretación de una forma catastrófica.

A modo de conclusión, Black Snake Moan es una película interesante, con un planteamiento diferente y un trabajo interpretativo y técnico que deja buen sabor de boca (aunque con algún momento de videoclip que no viene a cuento). La pega, recuerda demasiado a lo anterior del director y la mentalidad de quien pone el dinero se ve en la necesidad
de dejar su marca al final del filme.

12.7.08

Death Proof (2007)

Tarantino en estado puro. A Death Proof no le van las medias tintas, es un film para odiar o venerar, como todo lo que hace el director de Knoxville (Tennessee).

El proyecto de Grindhouse ha permitido a Quentin Tarantino la posibilidad de dar rienda suelta a todas sus pasiones y obsesiones, haciendo alarde de su cinefilia a través de homenajear el cine de serie Z y las road movies de los 70. En este sentido, el referente más claro y que se menciona en varias ocasiones durante el film es Punto limite: cero.

Este homenaje no sólo se ve en el contenido del film, sino en la forma. El tratamiento de las imágenes y el montaje, así como el propio trabajo de los actores nos acercan y trasladan a esta década. Y para adentrarnos más, quien mejor que Kurt Russell como protagonista. El Especialista Mike es el típico psicópata sin ningún tipo de conciencia y que encuentra un cierto desahogo sexual matando a chicas jóvenes con su coche como arma.

El trabajo de Kurt Russell ha de reconocerse, pues si bien en la primera parte del film nos muestra el lado más siniestro de su personaje; en la segunda parte, se convierte en una parodia de sí mismo sin ningún tipo de reparo.

Las persecuciones y el propio Especialista Mike recuerdan a títulos como El diablo sobre ruedas de Spielberg o a Rutger Hauer en Carretera al infierno. Eso sí, todo aderezado con el característico humor negro de Tarantino.

Otro toque de la casa son las grandes parrafadas de sus personajes. El director construye unos diálogos muy ingeniosos que, aunque a simple vista parezcan superfluos, esconden un gran sentido y reflejan su pensamiento y forma de ser. En Death Proof, estas largas conversaciones se dan, sobre todo, en dos de los lugares predilectos de la filmografía de Tarantino: en bares / cafeterías y en el interior de un coche.

Además de recuperar a viejas glorias (Travolta, David Carradine, Kurt Russell…) el director norteamericano parece querer descubrir y dar a conocer a caras poco conocidas, como es el caso de gran parte de sus chicas: Mary Elisabeth Winstead, Zoe Bell, Vanessa Ferlito… Quizá de todas las protagonistas, las más conocidas sean Rosario Dawson, y la ex de Robert Rodríguez, Rose McGowan.

El dar todo el peso del film (aparte de Kurt Russell y los coches) a sus personajes femeninos es otro de los sellos de Tarantino; algo que se empezó a ver con Jackie Brown, Uma Thurman en Pulp Fiction y Kill Bill, y que se ha terminado de confirmar con esta Death Proof. Estamos ante las “chicas Tarantino”, al estilo de las “chicas Almodóvar” o las de Woody Allen.

La música, igualmente, es de gran importancia. Tanta, que sin exagerar demasiado, se podría decir que actúa como un personaje más en determinadas escenas, ya que nos traslada completamente a su mundo y nos hace partícipes de lo que vemos. El ejemplo más claro de esto en el film se da durante el baile de Mariposa al Especialista Mike.

El gran logro de Tarantino es no estancarse, ofrece siempre algo nuevo remarcando cada vez más su sello, no pierde su esencia. Si a esto le añadimos el completo dominio y conocimiento que tiene acerca del cine (algunos tacharían esto de freak) tenemos una película alejada de los cánones de Hollywood, más cercana al cine de autor europeo.

La tan arraigada marca tarantiana de Death Proof es lo que puede echar atrás a algunos, pero, posibles prejuicios aparte, y a pesar de que por considerarse una obra menor al ser sólo una parte del proyecto de Grindhouse; este es de esos films que cualquier persona con algún interés por el cine no debería perderse.

5.7.08

La Busca (1966)

Angelino Fons, dentro de la corriente marcada por el Nuevo Cine Español (que estaba apoyado por la EOC y García Escudero), realizó la adaptación cinematográfica de la novela de Pío Baroja, La Busca (1904).

Este film se enmarca dentro del neorrealismo español y la tendencia más disidente y crítica con el régimen, al estilo de películas como La Caza o Surcos. De ahí el marcado acento metafórico de La Busca, para así poder pasar la censura.

La película de Angelino Fons transcurre en el Madrid de finales del XIX, pero fácilmente podría extrapolarse a la realidad social de la posguerra y del momento de su producción.

La Busca refleja las dificultades a las que se enfrentaban muchos al abandonar sus pueblos e ir a Madrid en busca de un futuro mejor. En esta situación se ve envuelto Manuel (interpretado por Jacques Perrin), quien llega a la capital como un inocente chico de pueblo y por diversas circunstancias es arrastrado al mundo de la delincuencia y de los bajos fondos.

Las interpretaciones son muy correctas, sobre todo la del francés Perrin (actuación con la que obtuvo la Copa Volpi) y la de Emma Penella dando vida a la prostituta Rosa. Aunque hay otras como la del personaje de la madre de Manuel (Lola Gaos) o el de “el Bizco”, un tanto planas y estereotipadas.

El buen hacer de Angelino Fons en la dirección se nota particularmente en la tensión que provocan en el espectador las escenas del apuñalamiento en la verbena y la de la reyerta final entre Manuel y “el Bizco”.

La fotografía y la música también hacen su trabajo para hacer de esta película, uno de los referentes del cine español de la década de los 60.

La Busca es una gran oportunidad para redescubrir un tipo de cine español alejado de los temas maniqueos y populares del folclore y costumbrismo más arraigados en nuestra cinematografía, para darnos cuenta de que hay títulos de calidad y que no se limitan a dar una visión superficial de las cosas.