17.8.08

The Dark Knight (2008)

Punto y aparte. Esta es la conclusión a la que se llega después de ver la nueva entrega del hombre murciélago. El caballero oscuro ha cambiado la forma de entender los filmes de superhéroes. El héroe enmascarado es sólo una excusa para abordar una compleja trama en la que confluyen el thriller político y el drama personal con elementos del cine más palomitero.

Christopher Nolan ha sabido compaginar como nadie sus inquietudes de autor con los intereses de la industria y ha conseguido que El caballero oscuro se alce como la bandera de una incipiente tendencia del nuevo Hollywood: el arte no está reñido con el entretenimiento.

Si con Batman Begins, Nolan se apartaba completamente de la línea caricaturesca trazada por Joel Schumacher, con esta última cinta ha llegado a un punto de no retorno en donde no existen héroes, sino personas en continuo conflicto que se ven empujadas a actuar de una forma u otra según las circunstancias.

Batman ha madurado y ha aceptado el rol que ha de ocupar. El símbolo se ha hecho con Bruce Wayne, quien se convierte en la máscara del murciélago aceptando los sacrificios que ello conlleva.

En el film, los conflictos internos de los personajes no hacen más que salir a la luz condicionándoles, y en muchas ocasiones es difícil distinguir lo que separa al héroe del villano. La ilustración más clara de esto la encontramos en el personaje interpretado por Aaron Eckhart: el fiscal del Distrito Harvey Dent.

Batman por su parte se enfrenta a su antítesis encarnada por Heath Ledger. A lo largo de toda la película se aduce a la lucha moral en la que está envuelto el personaje de Christian Bale, sus límites, su condición de símbolo más allá del héroe y sus principios. El dilema está en dominarse y no dejar que desaparezca su humanidad, pero para derrotar al Joker ha de renunciar a sus principios.

La cantidad de vertientes morales y éticas que se plantean en El caballero oscuro, ahondan en el interés de Nolan en la psicología de los seres humanos.

Si a la complejidad narrativa que suponen todos estos temas se le añade una atmósfera siniestra y oscura, llena de matices; el resultado es una obra difícil de digerir para el gran público. Eso sin contar con el hecho de que el villano del film resulte ser un monstruo aterrador que a pesar de ser un payaso, no hace ninguna gracia.

El Joker consigue incomodar desde un principio. Su falta de motivaciones materiales, hacer el mal por diversión y el sentimiento del caos como único orden realmente justo, causan un fuerte desasosiego y malestar entre el público. Heath Ledger logra provocar una gran contradicción entre los espectadores: su personaje atrapa y embauca, pero al mismo tiempo causa mucha inquietud.

Para contrarrestar todo esto y acercar el film a la gran masa, las dosis de acción en El caballero oscuro no faltan. Incluso podría decirse que sobran minutos de explosiones para el tono que lleva la cinta. Además, se dan algunas licencias de cine familiar, como niños jugando a disparar cuando aparece Batman, que bien se las podrían haber guardado.

Otro hecho curioso es la falta de sangre, algo especialmente apreciable en la primera secuencia de la película: a pesar de la multitud de disparos y muertos no se ve ni una gota o mancha en los muertos y heridos. Una cosa es no caer en lo morboso y otra disparar con fogueo. Ni tanto ni tan poco.

En relación a las interpretaciones hay poco que decir, Nolan y la Warner han vuelto a ir sobre seguro confiando en el plantel de la anterior entrega: Gary Oldman, Morgan Freeman, Michael Caine y Christian Bale. Un seguro de vida.

La novedad en este aspecto ha sido la sustitución (para bien de todos) de Katie Holmes por Maggie Gyllenhaal, quien hace un papel decente pero que se queda por debajo del resto del plantel. Mientras que en determinadas escenas sale airosa, en otras está un tanto descafeinada.

La gran atracción, sin duda, es deleitarse con la actuación de Heath Ledger, que se come la pantalla cada vez que aparece. La pega es que da la sensación de que está desaprovechado. En la primera parte del film (más centrada en el drama y el thriller), apenas tiene relevancia, pero una vez que llega su turno, se convierte en el centro de todas las miradas.

De ser nominado al Oscar tiene todas las papeletas para llevárselo. Lástima que por motivos equivocados.

Atención también a alguno de los cameos que se suceden en la película.

El caballero oscuro es un auténtico ejercicio de realización que convence a todos sin renunciar a su esencia. El tiempo dirá si está sobrevalorada o no.

14.8.08

Secretary (2002)

Steven Shainberg, en su segunda película, nos acerca una historia de amor poco convencional. En Secretary encontramos todos los elementos de una comedia romántica al uso: chica conoce chico, se enamoran, chica pierde chico, y resurgimiento del amor. Sin embargo, lo que hace única a esta película son las condiciones en que se dan estos pasos.

La relación que se da entre los protagonistas haría que muchos alzaran la voz, pero el delicado tratamiento que le da Shainberg a esta comedia consigue que no caiga en la vulgaridad y lo morboso.

Basándose en un relato corto de Mary Gaitskill, Steven Shainberg se adentra en un mundo falto de tolerancia de la mano de unos personajes inseguros y con muchas frustraciones que sólo buscan un poco de comprensión.

La pareja formada por James Spader y Maggie Gyleenhaal no pretende servir de ejemplo ni generalización de nada; son un caso concreto con sus vicios y virtudes particulares.

Mientras que los secundarios apenas tienen importancia sirviendo sólo para comprender un poco más la psicología de los protagonistas, y James Spader simboliza una figura de guía; el peso del film recae en gran medida sobre el papel de Maggie Gyleenhaal.

Si bien el personaje de Lee se nos presenta como una chica sin confianza y que se siente terriblemente culpable, la trama avanza a la par que Lee se acepta tal como es y comienza a sentirse libre. Esto en gran parte debido a la acción de Edward (James Spader), que le muestra el camino y la pone a prueba. Un Spader que, a pesar de la fachada que quiere transmitir, no es muy diferente Gyleenhaal. Algo que en ocasiones le hace dudar más que ayudar.

Edward puede llevar a engaños porque recuerda (salvando las distancias) a James de Crash (David Cronenberg) y a John de Sexo, mentiras y cintas de video (Steven Soderbergh). Pero lo hace únicamente por las situaciones “ardientes” en las que se ven envueltos y porque les da vida James Spader, no hay semejanzas palpables entre los personajes en cuestión. Sin embargo, este hecho juega en contra de Secretary, puesto que muchos la ven con una idea equivocada y preconcebida de la misma, pudiendo perder el interés por la propuesta antes de tiempo.

La relación a la que se asiste en Secretary está plagada de sutilezas y contada con un humor negro muy de agradecer que quita hierro al asunto sin desmerecer los temas tratados. He ahí la principal baza de la cinta.

Ambos personajes (Lee y Edward) se complementan perfectamente, tanto, que llega a surgir una cierta interdependencia que es lo que desencadena las complicaciones.

Secretary es una aproximación diferente sobre el manido tema del amor que intenta suplir un ritmo narrativo algo desigual con su originalidad y con unos protagonistas que ofrecen el todo por el todo para dejarnos con un buen sabor de boca.

11.8.08

Fear and Loathing in Las Vegas (1998)

Flipante, para bien o para mal. Miedo y asco en Las Vegas es inclasificable, no deja de ser un experimento fílmico que deslumbra y apasiona a unos, como causa rechazo a otros. El reto consiste en atreverse a introducirse en ella sin ningún tipo de prejuicios.

Terry Gilliam, fiel a su particular estilo, adapta la novela homónima de Hunter S.Thompson trasladándonos a una de las épocas más convulsas de la reciente historia americana a través de un prisma en el que realidad y ficción se confunden irremediablemente.

Con la guerra de Vietnam y el movimiento hippie de telón de fondo, se nos plantea una brusca inmersión en el mundo de las drogas y la depravación del “sueño” americano. Ese sueño americano se nos muestra como un espejismo que acaba con la autodestrucción de todo aquel que lo persigue. Se trata de un engaño que sólo se puede sobrellevar a base borracheras y cuelgues. Llamativo es que el lugar al que se acuda a buscar el sueño sea Las Vegas.

Dentro de esta peculiar crítica, es reseñable el desvarío en el que Johnny Depp ve a sus colegas periodistas como si fueran reptiles.

El film se mueve de forma, a priori, poco coherente. Se suceden imágenes y situaciones sin aparente lógica que llegan a confundir al espectador, llevadas a un ritmo muy alto que no concede tregua alguna. Así se nos acerca más a la percepción que tienen los personajes sobre lo que les rodea.

Aquí cobra importancia la pareja protagonista: Johnny Depp y Benicio del Toro, quienes se pasan toda la película intercambiándose los roles de buenas a primeras. Sus personajes son exageradamente histriónicos y compulsivos. Violentos y perdidos que producen cierta indignación y rechazo en el público, el cual ni se inmutaría ante sus posibles desgracias.

Cameos como los de Tobey Maguire o Christina Ricci son igualmente reflejo de una sociedad enferma y superficial.

Miedo y asco en Las Vegas es un arriesgado delirio que toma las drogas y sus efectos como hilo conductor, haciendo de ésta, una cinta de difícil comprensión y entendimiento más allá del simple morbo o atracción que generalmente producen las películas que se adentran en el campo de la drogadicción. Este es quizá uno de los mayores hándicaps del film de Terry Gilliam: el que uno no se moleste en profundizar y sólo se quede con las gracias de un par de drogadictos que van a hacer unos reportajes en Las Vegas.

No hay que llevarse a error y pensar que se trata de un film de dos “colgaos” y su adicción. Para eso ya hay otras tantas películas. Miedo y asco en Las Vegas es toda una metáfora acerca de una sociedad en un momento histórico marcado por ideas y realidades contrapuestas.

Una sociedad y problemas que bien podrían trasladarse a esta época.

9.8.08

Wall-E (2008)


Sin duda, nos encontramos ante lo que se convertirá en una obra de referencia en no demasiado tiempo. Wall-E es, por momentos, un auténtico despliegue visual y narrativo que engrandece el cine como arte. Pixar se ha superado así misma y nos deleita con esta maravilla.

Visualmente, hay poco que comentar de la cinta de Andrew Stanton, es de una impecable factura. Wall-E significa un paso más allá en la animación digital. Sorprende en cada paso que da y deja a más de uno con la boca abierta ante la belleza y realismo de sus imágenes.

El que fuera guionista de de Toy Story o Monstruos S.A. y director de Buscando a Nemo, nos sorprende esta vez con una historia de robots en donde apenas hay diálogos. Esto, que en principio echaría atrás a muchas distribuidoras aduciendo que le restaría público y las llevaría a cambiar completamente el film (como ocurrió en su día con El zapatero y la princesa, de Richard Williams), aquí se nos presenta como uno de los puntos de mayor interés.

Tanto es así, que incluso, en determinados momentos, algunas conversaciones resultan innecesarias y fuera de lugar. El que las voces sean así de prescindibles se debe, en gran parte, a la magnífica banda sonora de Thomas Newman con la inclusión de temas del musical Hello Dolly, así como al elevado grado de expresividad de los personajes.

Para darle esa expresividad a Wall-E, los responsables del film se inspiraron en el simpático Johnny Cinco de Cortocircuito. Ya no sólo en el aspecto físico, sino también en la forma de actuar y comportarse del robot. Puede que se inspirarán demasiado, pues parece una copia del mismo, pero en tamaño reducido.

Wall-E nos muestra una imagen del mundo apocalíptica, es una visión premonitoria de lo que nos aguarda el futuro. Su mensaje puede servir de toque de atención. El film habla de un mundo donde el poder político y económico son uno, hasta los gobiernos más poderosos pertenecen a las multinacionales; en lo que algunos llamarían, un proceso de macdonalización.

En la cinta, el presidente de la mayor y única empresa que domina todos los aspectos de la sociedad, es también el presidente de los EEUU, interpretado por Fred Willard (el único actor real que aparece en Wall-E). Los humanos que hay en la película se comportan como autómatas, el libre albedrío ha desaparecido en ellos. Se mueven y actúan al son que marca la multinacional.

Al respecto, es destacable también el papel de la computadora del crucero (con la voz de Sigourney Weaver en la versión original), el cual recuerda a Hal, de 2001: una odisea del espacio.

Esta crítica de la película se va diluyendo a medida que se acerca el final, pues no hay que olvidarlo, el mercado manda, con lo que termina habiendo un final “made in disney”. A uno le da la sensación de estar asistiendo a una gran obra de animación que se aleja de los tópicos infantiles y pretende ser adulta, para darse de bruces con todos esos clichés de “para toda la familia”.

Aún así, en Wall-E, las partes más fascinantes, divertidas y conmovedoras superan con creces a los aspectos negativos que se le puedan encontrar, lo que ya es todo un logro al alcance de pocos filmes.

3.8.08

Legend (1985)

El buen hacer de Ridley Scott se quedo por el camino. Tal vez cansado de deslumbrar a crítica y público con sus anteriores filmes (Alien, Blade Runner o Los Duelistas), en la presente cinta parece despreocuparse del asunto.

Si bien el director británico demuestra sus cualidades para realizar un excelente despliegue en la puesta en escena y lograr una gran ambientación, del mismo modo no consigue levantar un guión frío y plano, así como un trabajo interpretativo que tampoco ayuda en exceso.

Legend se caracteriza por ser el prototipo de una fantasía, contiene todos los elementos y arquetipos de los cuentos de hadas: princesas, duendes, enanos, trasgos, unicornios, héroes que se ven arrastrados a serlos… Tiene muchos puntos en común con películas tales como Dentro del Laberinto.

Los personajes de Legend son maniqueos, trazados de forma muy superficial y que no llegan a conectar en ningún momento con el espectador; Tom Cruise caracterizado como Jack, el chico del bosque, resulta muy vacío. Que decir de Mia Sara y Tim Curry: la primera, de lo inocente, parece simple, y el segundo no se impone como Señor de la Oscuridad a pesar del sobresaliente trabajo de los maquilladores.

Hay algunos personajes que, incluso, son confusos y contradictorios, restando la poca verosimilitud que pudiera tener el film. El guión no tiene nada que consiga retener la atención del público. Se trata de una historia excesivamente sencilla que no despierta ninguna respuesta emocional.

Narrativamente, Legend, es una película muy pobre.

Sin embargo, no todo en la cinta acaba tan mal parado. El gran (y puede que único) atractivo de la película de Ridley Scott es su ambientación y paisajes. A veces parece que estemos frente a una fotografía de fascinante belleza. La puesta en escena de reviste de un halo mágico que, desafortunadamente, no se ve acompañado de algo que le de viveza.

Legend resulta recomendable para contemplarla sin sonido alguno, haciendo caso omiso de la historia. Lo único que la salva del olvido es la escenificación y el contar en sus créditos con los nombres de Tom Cruise y Ridley Scott.